miércoles

Un árbol crece en Brooklin. Cuando siempre cabe esperar algo.


El la primera mitad del siglo pasado los Nolan, una estrafalaria familia que malvive en un barrio de Brooklyn, intenta mirar al futuro con esperanzas en una sociedad donde los inmigrantes pobres no tienen nada que hacer.
La savia nueva y la savia vieja se intercambian en el interior de un pequeño tallo, alimentando así a las diminutas hojas que empiezan a bordear el nuevo árbol. Al mismo tiempo, de una ventana del patio, se oye el llanto de una niña que acaba de venir al mundo. Una niña que nace con toda la ilusión de ser alguien en este mundo, lo que todavía no sabe es que la realidad de nuestro mundo le parará los pies muy pronto.
Nuestra pequeña Francie cuya sensibilidad, inocencia y delicadeza se funden con sus sueños desde el primer instante de pensamiento. Una niña rodeada de pobreza y miseria, pero soñar es gratis. A falta de medios, la imaginación suple. Y de este modo la vida parece más fácil, más ligera y menos cruel. Pero ¿acaso el soñar es perder un preciado tiempo? No, todo aquello que soñamos nos hace distintos porque la vida no solo es el hacer, sino también el sentir. Pero puede ser que se tenga miedo a soñar, a que tan preciadas ilusiones nunca se hagan realidad y a esperar de la vida algo que nunca pueda dar; pero sobretodo se tiene miedo a ser otra pequeña Francie.Quizás sí que para Francie la vida fue más amarga debido a la frustración sentida: Querer y no poder, desear y no tener, buscar y no encontrar. Pero quizás esas ilusiones hicieron que en sus sueños pudiera evadirse del mundo cruel y albergar una esperanza por la que luchar, por la que vivir. Y se producirá igual que en nuestras vidas en la que si no quieres soñar no lo hagas, pero si lo haces quizás algún día conseguirás aquello que has soñado; porque quien no sueña no lucha, quien no sueña no obtiene.

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