miércoles

La columna de hierro


En el siglo I a.c. se fraguan diversos gobiernos déspotas tras la caída de la república romana; gobiernos con ansias de riqueza y poder que acabaron por llevar a Roma a la Ruina. Ante semejante desorden y corrupción solo un hombre se atreve a levantar la voz: Marco Tulio Cicerón. Una voz que le buscará enemigos y penurias y que le hará perder lo más amado de su vida. Pero Cicerón no fue solo un escritor, un político y un gran orador; sino que fue mucho más, fue un hombre. Un hombre brillante que supo luchar por la verdad, la justicia y la paz en un imperio lleno de intrigas palaciegas, pasiones y crímenes.



La columna de hierro. Un hombre de verdad

No puedo soportar pensar que su vida fue realmente así, ¿porqué son siempre los buenos los que han de sufrir? ¿Por qué la vida puede parecernos siempre tan injusta? Y sin embargo, ¿Por qué seguimos prefiriendo a un hombre de verdad que a cualquier otro ser corrompido? Cicerón era un hombre, un hombre que ha pasado a la historia no solo por su elocuencia, sino también por su justicia. Por sus esfuerzos por conservar una patria digna, por su lucha por la libertad verdadera de todos los hombres. Un hombre sin escrúpulos capaz de decir la verdad incluso jugándose su vida, su honor y su orgullo. ¿De qué sirve el honor de los malos, si en ellos todo es corrupto? Cada línea que lees del libro, cada párrafo que sigues de sus verdaderos discursos transmiten tanta emoción que es posible creerte en el mismísimo senado de Roma, y los sentimientos y pensamientos de cada personaje se detallan con tal anhelo que no podemos evitar compartir sus risas y sus lágrimas. ¡Ay Cicerón!, ¿Por qué quisiste sufrir tanto?¿Por que no callaste para vivir cómodamente? Y tú con tu voz vigorosa me hablarías de la patria, de la Roma de tus antepasados (la más esplendida civilización); de la ola de mentiras y ansias de poder que la azotaron y de la corrupción, inutilidad e idiotez de sus ciudadanos; y me replicarías que más vale morir para recuperar lo de antaño que ceder a las tentaciones del soborno.

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